Marina Arias reedita su saga de "Mariana y Christian". Este mes sale "Neoprene", el primero de los tomos de esta “road novel” ambientada en la Patagonia de los años '90. Le siguen "Mochila", "Bondi" y "Fioruchi", que profundizan en los vínculos de estos personajes en distintos momentos de sus vidas.
Este mes de marzo vuelve a estar disponible una nouvelle estaba inhallable: “Neoprene“, la ópera prima de Marina Arias publicada inicialmente en 2005, que adquirió mayor relevancia al convertirse en el germen y el primer volumen de la “Saga de Mariana y Christian”.
Con la Argentina noventosa como telón de fondo, una chica y un chico veinteañeros se suben impulsivamente a un micro fantaseando con huir hacia un lugar remoto de la Patagonia… Pero este rapto de rebeldía pronto se transforma, para ambos, en una travesía significativa signada por vínculos azarosos y explosivas experiencias sexuales que cambian el rumbo de todo lo que imaginaban.
En esta road novel publicada hace dieciocho años, Marina Arias echa por primera vez a las rutas a estos emblemáticos personajes que la acompañaron en sus tres novelas siguientes -“Mochila” (2014), “Bondi” (2016) y “Fioruchi” (2020)-, ahora, a través de Tutuca, volverán a estar disponibles.
Marina Arias creció en Haedo y además de la saga de Mariana y Christian, ha publicado los libros de relatos Cuentos blancos (Desde la gente, 2018) y Hacia el mar (Edulp, 2008). Además en abril publicará por Ediciones Pixel su primer libro de poemas: La felicidad ajena. Relatos suyos integran varias antologías y han sido publicados en medios gráficos y digitales.
Es doctora en Comunicación, profesora de Escritura de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y codirectora del Laboratorio de Ideas y Textos Inteligentes Narrativos (Litin).
– Reeditaste “Neoprene”, tu ópera prima, pero también una obra que deparó un universo literario. ¿Cuál fue el puntapié de esta historia?
– Lo que yo quería contar era una asignatura pendiente amorosa entre dos compañeros de la secundaria que se ven envueltos en un viaje unos cinco o seis años después. Ese fue el motor y el deseo escritual del libro.
– ¿Cuándo te diste cuenta de que estos personajes te pedían más desarrollo?
– Empecé a escribir Neoprene a principios de los 2000 y se publicó en 2005. Todo previo a la explosión de las redes sociales. En 2012 se me volvieron a aparecer Mariana y Christian, supongo que debido a que yo también, gracias a las redes sociales, había empezado a saber de gente que no veía hace décadas. Pensé que ellos también podían reencontrarse gracias a Facebook. Así empecé a imaginar Mochila, la segunda novela de la saga: como un reencuentro no del todo planeado a partir de una red social, y una segunda oportunidad para esta historia de amor. Y al comenzar la escritura me pasó lo mismo que con Neoprene, como si los personajes se volvieran independientes de mis decisiones conscientes. Cuando escribo sobre Mariana, en algún momento lo que ella hace y dice se vuelve inexorable, como si tuviera vida propia. De igual modo, dos años después de la salida de Mochila en 2014, se me volvieron a aparecer los dos, esta vez atravesando la crisis típica los cuarenta. Finalmente, en 2020, escribí Fioruchi porque sentí que no había explorado lo suficiente la relación de Mariana con su amiga Jimena. Me interesaba pensar esas amistades de adolescencia que perduran toda la vida. Y yo escribo para eso: para buscar respuestas a cosas que me resultan enigmáticas o no tengo claras.
– ¿Por qué una “road novel”? ¿Qué ingredientes te aportaba esta estructura narrativa a la hora de contar el devenir interno de estos protagonistas?
– Me encanta la estructura de un viaje para contar una historia porque podés ir dejando personajes a la vera de la ruta sin preocuparte por cómo van a seguir sus vidas. Me resultó muy liberador que la historia de amor de Mariana y Christian empezara así. Además amo Puerto Pirámides, es uno de mis lugares preferidos del mundo, así que me gustaba transportarme a esa geografía mientras estaba escribiendo la novela.
– Neoprene transcurre en plena Argentina neoliberal de los 90, cuando ambos personajes asoman a la vida adulta. ¿Qué te interesaba contar de ese contexto histórico en el que también vos eras jovencita?
– Creo que la ficción siempre está tramada con su contexto histórico y, al mismo tiempo, cuando una es contemporánea, no es del todo consciente de esto. Cuando escribí Neoprene no me propuse en absoluto “retratar” los años del neoliberalismo argentino. Además, no creo que se pueda “retratar” o “reflejar” cuando se escribe ficción. Una escribe y esa escritura hace sentido con un montón de cosas. Pero un día me di cuenta de que Neoprene tocaba puntos neurálgicos en ese sentido; fue cuando el primer editor, Ulises Cremonte, me señaló que le encantaba algo que le dice a Mariana un mozo de Sierra de la Ventana: que la estación de trenes está abandonada “porque ahora hacen todo los camiones”. Y en verdad, a la luz de los años, en Neoprene está presente la precariedad laboral, esos trabajos que se cobran en negro y día a día, o el hecho de que Christian se tenga que ir a trabajar al exterior como científico.
– Hoy el “amor romántico” está bajo la lupa y empezamos a hablar de otras modalidades vinculares… pero no era así hace casi veinte años. ¿Te sentís un poco visionaria habiendo imaginado a Mariana en sintonía con las chicas feministas de ahora?
– En una presentación de Neoprene hace unos años, el periodista José Cornejo, de la Agencia Paco Urondo, comentó que era muy interesante que Mariana practicaba (o vivía, mejor dicho) cierto feminismo no “antihombre”. Ella goza, elige con quién quiere estar, lo logra y nunca se deja apurar por nadie. En ese sentido, puede ser que se haya adelantado a cierto revisionismo sobre las posturas más radicalizadas al que estamos asistiendo más en estos días.
– ¿Por qué elegiste un registro explícito en las escenas de sexo?
– El registro no fue pensado, me surgió durante la escritura. Soy de quienes creen que se escribe también con los dedos, no solo con la cabeza. Hay cosas que surgen en el acto de escribir y esas escenas salieron así. En general, no me gustan los eufemismos y tampoco me propuse que fueran escenas eróticas ni rosas, sino más bien desangeladas, como suele ser el sexo real, ¿no? El sexo es parte de la historia entre Mariana y Christian, pero tampoco quise que estuviera subrayado. Fue más una actitud escritural de “al pan, pan, y al vino, vino”.